El pasado lunes saltaba la sorpresa en Zorrilla tras el primer entrenamiento de la semana del conjunto blanquiviolenta, José Rojo Martin “Pacheta” era cesado del puesto tras casi dos temporadas en el banquillo y un ascenso a sus espaldas. Dejaba el cargo uno de los entrenadores que más ilusionó y enamoró al aficionado de los últimos años, el que pensábamos que iba a ser el capitán al mando de este proyecto por muchos años, pero ese no fue el caso, porque desde hace bastante se veía viniendo el resultado final de toda esta relación entrenador/club, como si fuera la crónica de una muerte anunciada.
Su llegada se produce en verano de 2021 tras uno de los descensos más dolorosos y, a la vez, indoloros que recuerde en los 16 años que llevo viendo a este club. Doloroso porque fue bastante evitable, al menos la parte de cómo se descendió, porque vimos una retahíla de partidos y decisiones por parte del que era entrenador por aquel entonces que parecía más ir en contra de nuestros intereses que otra cosa. Indoloro fue porque nos la vimos venir, el equipo estaba muerto en vida mucho antes de producirse ese descenso, y si a esto le sumas la negativa a destituir a un entrenador que no daba más de sí y el no poder asistir a los estadios debido a la pandemia pues el desapego crecía. Para la nueva temporada en LaLiga Smartbank el objetivo era claro, volver a la máxima categoría en este año, y para eso se contó con Pacheta. La idea encantó en Pucela, un entrenador con carácter y una visión del futbol humilde pero ambiciosa, muchos estábamos de enhorabuena, pero la primera toma de contacto no fue buena. Las primeras jornadas fueron muy duras por varios motivos: una pretemporada atípica debido a las restricciones de la pandemia, un intento de jugar con un esquema de defensa de 5 y la actuación bochornosa de varios jugadores. Un arranque y ciertas rachas negativas con partidos tétricos como en Burgos o Amorebieta que lastraron al equipo, que no pisó playoff hasta la jornada 13 y no estuvo en ascenso directo hasta la jornada 23 (estuvieron por última vez antes de esto en esos puestos en las jornadas 4 y 3 respectivamente). Un equipo que era el claro favorito para liderar segunda se vio fuera de esas pretensiones tanto por la dura competencia puesta por Éibar y Almería como por el propio Real Valladolid.
Pero quien determina ascenso no es cuantas jornadas estés
entre los dos primeros sino donde acabes cuando termine la jornada 42. Porque,
a pesar de todo, encontró con la tecla. Un esquema 4-3-3, los 20 goles de
Weissman y un futbol ofensivo que les dio el segundo mejor golaveraje de la categoría
hizo olvidar todos esos problemas, y, lo más importante, hizo que lográramos el
objetivo. La última jornada, tres equipos jugándose dos puestos, y una combinación
de mala y buena fortuna y haceres cerró esas dos plazas. El Real Valladolid
hacia lo suyo, goleaba en casa al Huesca, y esperaba que cualquiera de los dos
de arriba pinchase. Durante varios tramos del partido el ascenso y el orden de
este cambió, pero en todos ellos el que parecía que quedaba fuera era el Almería.
Pero el destino decidió, el Almería empataba en Butarque y un ya descendido Alcorcón
destrozaba los sueños del Éibar con un gol de Zarfino en el añadido, el Pucela volvía
a LaLiga Santander. Tras buena fiesta y un verano con incorporaciones curiosas los
blanquivioletas afrontaban esta nueva temporada, pero lo que iba a pasar era
algo que todo nos olíamos.
La frase que más escuché la anterior temporada entre mis
colegas y alguna parte de los aficionados del club era “no sé cómo coj*nes
vamos terceros”, porque a pesar de tener una plantilla que desde fuera parecía que
tenía calidad de sobra, por dentro el vestuario era un drama. Podría tirarme mucho
tiempo contando las mil y una batallitas que tiene este vestuario pero tampoco
es plan de perder tanto tiempo. Si, por ejemplo, después de un
partido dos compañeros de equipo casi se zurran en una discoteca a altas horas de la
mañana no es buen indicativo de como podían estar las cosas pues no sé qué más
decirte. Aun con todo lo visto y pareciendo el Pucela un Ferrari que se cae a
trozos arreglado con cinta americana pues se logró el ascenso. La cosa es que en
primera no fue todo tan bonito. Volvimos a sufrir los absurdos altibajos de
este equipo viendo rachas de derrotas bastante largas, salir con indolencia al
campo y cosas raras en cuanto a planteamientos y cambios. La cosa es que esto
no es el año pasado, aquí no va a ser tan fácil ni tan común golear la jornada siguiente
después de ser vapuleado. Poco a poco esas señas de identidad se fueron
perdiendo y todo se fue apagando, poco quedaba de ese equipo valiente y
ofensivo, ahora no tenía nada de gol y sufría más que antes atrás. Si no es por
la efectividad de Larin y cuatro destellos de Machis antes de su lesión estaríamos
bastante peor que ahora. Y así es como acaba la historia, con un regreso post
mundial bastante tétrico, Pacheta deja al Real Valladolid con un bagaje de 3-2-8
desde el regreso del parón del mundial, el segundo equipo menos goleador y uno
de los más goleados, a un punto del descenso.
La cosa es que esto se veía venir. Pacheta llegó a este
vestuario con intención de que estos jugadores dieran el 100% en el campo y que
jugaran los que se lo merecían para mutar completamente a un entrenador
paternal que quiere tener al vestuario contento, o eso parece al menos desde
fuera. La sensación era esa y ya se vio el año pasado, que el que mandaba en el
vestuario no era él. Ante la posibilidad real de que el vestuario le hiciera la
cama y por mantener unida a la plantilla por y para la causa apostó por la gestión
ya mencionada. Una gestión que le llevó a cometer tropelías inexplicables, tirando
partidos por la borda para dar minutos a jugadores que no lo merecían y a sentar
a otros durante partidos porque, simplemente, todos deben de jugar para estar
enchufados. El problema fue que esa gestión más que ser su salvación fue su ruina.
Y así se vio el último partido, el que dictaminó sentencia, porque el Real Madrid
te arrolló de manera incontestable. Un partido que definió todas y cada una de
las cosas que se han visto malas esta temporada. Un esquema incomprensible de 5
defensas con Luis Pérez como carrilero derecho, Fresneda como central por ese
perfil y Lucas Rosa a pie cambiado. Un partido que tuvo una actuación tétrica del
primero de los tres mencionados como ya nos tiene acostumbrados, una desconexión
total tras recibir tres goles casi de seguido y una grandísima indolencia por parte de los que estaban en el verde. El único
que parecía frustrado y dolido durante los 90 minutos era Monchu, y el que
principalmente dio la cara frente a la afición después de este esperpentento fue un chavalín de 18
años llamado Iván. ¿La rueda de prensa? Tétrica, mismas frases de siempre, como
si de respuestas automáticas se tratase. A Pacheta se le había ido todo esto de
las manos y tenía pinta de que esto no lo iba a poder reconducir.
Tras un 6-0 humillante se tomó la decisión, una decisión que
se jura y perjura que fue tomada por Fran Sánchez y todos sabemos que lo más
seguro es que fue tomada por Ronaldo, un presidente que vio como su club salía
humillado de su querido Santiago Bernabéu y dijo “por aquí no paso” cuando, en
realidad, este descalabro patético lo hemos visto en otros lados como en Vigo o
Elche con la diferencia de que ellos no son equipo Champions y los resultados
no fueron tan sangrantes. Un final a una relación que nadie quería, Pacheta era
ese míster que nos hizo ilusionarnos de nuevo, que hizo que el club hiciera récord
de abonados en segunda y casi llenara el José Zorrilla todos los partidos, que dio
la oportunidad a Fresneda cuando nadie se fijaba en él y ha apostado tanto y
tan fuerte porque la cantera vaya llegando al primer equipo, pero es que era
algo que todos sabíamos que iba a pasar tarde o temprano. Tanto paternalismo y
tanta permisividad hicieron que esto se fuera de madre, Pacheta era el padre
del vestuario y lo que se necesitaba era un sargento. Un sargento que ahora Zorrilla
si tiene, uno llamado Paulo Pezzolano. El uruguayo, hombre de confianza de
Ronaldo y ex del Cruzeiro, tendrá su primera etapa europea de su carrera en los
banquillos y que cuenta con contrato para la temporada que viene independientemente
de la división. Veremos como sale esto, a lo mejor Paulo es el hombre y consigue
redirigir todo, a lo mejor esto le viene grande y no sale para nada bien. Quedan
once jornadas, once finales que decidirán si el Pucela puede hacer proyecto en
Primera o si certifica su categorización de “equipo ascensor”. Para cerrar solo
quiero darle toda la suerte del mundo al nuevo míster, porque su suerte es la
nuestra, y las gracias a un gran ser humano como Pacheta y desearle la mejor
suerte de todas. Ojalá todo esto no hubiera acabado así, pero se veía desde hace
meses cual iba a ser el final de esta historia.