Otra vez más, estamos en segunda

El pasado domingo 4 de junio, a eso de las 23:00, el Real Valladolid certificaba su descenso a LaLiga Smartbank, la segunda división del futbol español. Un descenso que ya es el segundo en el contador de la era Ronaldo, habiéndose producido ambos en tan solo el transcurso de tres temporadas, el quinto en lo que va de siglo. Una crónica de una muerte anunciada en su máximo esplendor, nada ni nadie puede decir que esto es inesperado y que todos dábamos por cerrada una permanencia. Una temporada desastrosa que certifica una mediocridad que es la tónica actual de este equipo. Sin más dilación, y sin tampoco muchas ganas, aquí un repaso a este desastre de regreso a la máxima categoría del futbol español.


El Real Valladolid regresaba esta misma temporada a lo más alto del futbol profesional tras uno de los descensos más dolorosos y, a la vez, menos inesperados que ha visto este club en su historia más reciente. Una temporada en segunda con básicamente las mismas caras de esa fatídica temporada 20/21, una campaña de infarto donde el club castellano consiguió el ascenso en el último suspiro. Con ese mismo grueso de plantilla y un mercado veraniego más que interesante, los de Pacheta tenía por delante otro año más en primera para el Real Valladolid. El equipo arrancaba de manera algo accidentada pero dentro de lo “predecible”, entrando y saliendo del descenso y peleando por sobrevivir como cualquier equipo recién ascendido. Pero, a pesar de esa condición de recién ascendido, el Pucela se plantaba antes del parón por el mundial de Qatar 12º en la tabla, con 17 puntos y aventajándole 6 al descenso. Aunque el último partido antes de este parón fue el principio del fin, una dura derrota 3-0 en casa del Athletic Club causada por un planteamiento inexplicable y una tensión competitiva nula. La vuelta fue a peor, y a ese partido en San Mamés se le suman otros tres varapalos, cuatro derrotas seguidas en liga que situaban al Pucela otra vez en descenso. Aunque después de eso los de Pacheta consiguieron volver a sumar y alejarse otra vez del abismo. Pero varias derrotas a mayore y tirar un colchón de puntos bastante decente hicieron que el puesto de Pacheta peligrase, certificando su destitución un doloroso 6-0 contra el Real Madrid, doloroso tanto por el resultado como por el no-futbol derrochado.

Con tan solo un punto de ventaja sobre el descenso, el uruguayo Paulo Pezzolano cogía las riendas, y tras un grandísimo 7 de 9 parecía que el Real Valladolid volvía a poner tierra de por medio, pero el “efecto Pezzolano” duraría poco, la gente dejaría de creer en el papa. A esa racha le seguiría otra, pero catastrófica, un total de 5 derrotas seguidas que harían que no solo el Real Valladolid tirase a la basura casi todos los golaverajes y la ventaja conseguida sino que, también, le haría volver al descenso. Una racha que nacía en Mestalla tras un error absurdamente grosero de Masip cuando la permanencia parecía casi cerrada y culminando en Cádiz con uno de los partidos más lamentables y tristes que recuerdo, tanto por futbol o ausencia de este como por ganas y esfuerzo. Quedaban tres partidos, y aunque el Real Valladolid dependiera de sí mismo, las sensaciones eran de equipo muerto y desahuciado, unas sensaciones que tendrían que certificar otros tres partidos, siendo el primero de ellos contra el recién coronado campeón de liga en casa y los dos últimos contra dos rivales directos, uno de ellos habiéndose escapado ya por haber hecho los deberes.

La primera prueba de fuego en esta recta final era contra el recién coronado campeón liguero, el FC Barcelona. Un martes a las 10 de la noche que se tiñó de noche mágica gracias a un increíble 3-1 contra un ya proclamado campeón jugando a medio gas. Y aunque el Barça no tuviera muchas ganas de llevarse los tres puntos, el despliegue de futbol e intensidad de los de Pezzolano fue inmejorable. Unos tres puntos que nos daría una alegría efímera, ya que el resto de rivales también sumaba, ya fueran uno o tres puntos, y este “golpe sobre la mesa” quedó en un “tomar un poco de aire para seguir vivos”. La permanencia pasaba en un 80% en Almería y en otro 20% contra el Getafe, si ganabas el primero de los dos llegabas al segundo partido con la salvación casi cerrada. ¿El problema? Que no se cerró en el Power Horse Stadium. Un 0-0 que decepcionó no solo por una completa falta de futbol y actitud sino que, por resultados de terceros, nos metíamos de lleno en descenso por enésima vez. Ahora sí que sí, dependiendo de ti mismo y casi solo de ti mismo (te sirven ciertas carambolas difíciles de dar), la permanencia pasaba por un solo sitio: ganar al Getafe de Bordalás en el Estadio José Zorrilla.

Tras un recibimiento bastante multitudinario, tras cantidad de mensajes tanto desde dentro del equipo como desde fuera de que esto era un partido al que había que ir a morir, tras muchas ganas de que llegase el domingo ocurrió la absoluta nada, empate a cero. Un empate que del lado de los azulones se produjo debido a que con un mísero punto certificaban la permanencia, mientras que de nuestro lado ocurrió porque parecía que estábamos salvados cuando eso estaba lejos de ser real. Un empate que nos valió solo cuando el Espanyol se ponía por delante contra el Almería y que nos hizo quedarnos con cara de tontos cuando los de Rubi empataron en pleno minuto 87 para mandarnos de nuevo al pozo. Un partido que fue mucho ruido y pocas nueces, porque toda esa guerra que íbamos a dar se quedó en nada más que marear la perdiz jugando en horizontal cuando había que jugar de manera vertical, fallar pases constantemente que parecían más dignos de un benjamín que de un futbolista profesional y no tirar a puerta en todo el partido cuando necesitabas ganar para salvarte. Unos 90-100 minutos donde el único gran esfuerzo que tuvo este equipo ocurrió celebrando los dos goles del Espanyol, goles que hicieron que los blanquivioletas fueran con más intención de conseguir el 0-0 que nunca. Un empate a cero que nos vuelve a mandar a segunda, otra vez.


Un descenso que es tan doloroso por cómo se ha dado que no hemos hecho más que comernos la cabeza buscando “quien” o “que” lo han causado. Podemos fijarnos primero en el que siempre suelen sacrificar cuando las cosas no van bien: el entrenador. El banquillo del Pucela esta temporada ha sido un drama, primero con un Pacheta al que le devoró el vestuario y luego con un Pezzolano al que esto le quedaba absurdamente grande. Lo del burgalés fue una forma maravillosa de pegarse un tiro en el pie, ya que ante un vestuario complicado y con mucho gallito difícil de controlar decidió apostar por una gestión paternalista donde todos estuvieran contentos. El problema es que esto no generó felicidad, generó vaguería y caradurismo, y todo va genial cuando se gana, pero cuando se pierde no. Ni el futbol, ni los resultados ni la felicidad de sus “hijos adoptivos” acompañaba, así que su cabeza rodó. Ante esta vagancia y comodidad supinas se trajo a un sargento, a alguien que les hiciera sudar como malditos desgraciados, se trajo a Paulo Pezzolano. Y en un principio funcionó, entrenaban fuerte, corrían como perros y morían por ganar cada jugada pero, otra vez, todo se cae cuando los resultados no acompañan. Paulo se encontró con un equipo físicamente pobre y con una plantilla corta debido a que no había más de 13-14 efectivos verdaderamente útiles por distintos motivos, y si a esto le sumas que quien está en el banquillo es un entrenador sin casi experiencia en el futbol de primer nivel pues pasa lo que pasa. Primero un padre que no supo educar, luego un exfutbolista que no estuvo a la altura de la situación.

¿Cuál sería otro posible culpable? La dirección deportiva. Una dirección deportiva comandada por Fran Sánchez la cual hizo un mercado veraniego escandaloso primero por un sentido y luego por el completo opuesto al cual le siguió un mercado de invierno con fichajes de altísima calidad pero que, al final, no fueron más que parches. En verano se fichan como caras nuevas a Kenedy, Malsa, Asenjo, Feddal, Escudero y Narváez y se firma en propiedad a Plata, Ivi y Monchu. El resumen es tétrico: Kenedy no ha aportado absolutamente nada debido a las lesiones y a la falta de ritmo competitivo, Malsa fue largado rápidamente a Turquía debido a unos primeros meses lamentables, Asenjo si no regalaba goles calentaba banquillo, Feddal rescindido en invierno y lo de Narváez ni quiero comentarlo. El único que ha salido decente es Escudero, el resto un drama. En el mercado invernal se hace la ñapa y se trae a cuatro grandes fichajes como son Larin, Hongla, Amallah y Machis, pero, otra vez, todo sale mal. Los dos primeros se vuelven vitales y rinden a un gran nivel, pero tanto Amallah y Machis tuvieron la mala fortuna de sufrir lesiones justo cuando mejor estaban y cuando más se les necesitaba. Si a esto le sumas el jugar media temporada con solo dos delanteros y tres centrales pero chorrocientos mediocampistas te queda unos mercados no muy buenos. En resumen, todo mal, tanto por decisiones propias como por la mala fortuna. ¿Quiénes pueden ser también culpables? Pues el CTA/RFEF, los árbitros vamos. Estos pueden ser culpables por un constante atropello al club blanquivioleta con arbitrajes lamentables y sucesos inexplicables como el no gol de Escudero frente al Sevilla. Un arbitraje que no es que haya sido sesgado y que ha buscado por activa y por pasiva descendernos, es que ha sido horrible con la gran mayoría de equipos de la competición. Si nosotros tenemos motivos para quejarnos tenéis que ver al Espanyol en las últimas jornadas, todo esto mientras otros equipos parecen gozar de favores por lo que sea. Un arbitraje que no solo nos ha quitado jugadores y puntos en momentos clave sino que, también, nos ha faltado al respeto y que ha tratado a este equipo como cualquier cosa menos la que en realidad somos, un equipo que juega en la máxima categoría del futbol español.

Entonces, teniendo en cuenta como nos han salido tantas cosas mal ¿quién es el verdadero culpable? Para mí, los máximos responsables son dos: los jugadores y la directiva. Los jugadores, una banda de veintipocos maleantes donde el poco orgullo que había lo aportaban un par de veteranos, algún jugador que lleva aquí dos días contados, los extranjeros del mercado invernal y los chavales que llevaban del número 25 para arriba. Una plantilla donde ya no solo está arraigada esa mediocridad nacida hace unos años, sino que, también, parece que reinaba el “yo” por encima del “nosotros”. Jugadores que sacaban a relucir un nivel futbolístico lamentable, que iban andando por el verde, que les preocupaba más la imagen que daban en redes sociales que su rendimiento en el campo, que se creían más entrenadores que el propio entrenador, que estaban pensando ya a que equipo irse el año que viene o por qué equipo de la Kings League fichar en verano, que solo les interesaba ellos mismos vamos, y así me puedo tirar horas. Pero, sobre todo, quien es el máximo responsable de perpetrar todo esto es la directiva, una directiva encabezada por Ronaldo que se ha preocupado más por la imagen pública del propio presidente que de salvar la categoría. Una directiva que, como ha demostrado Ronaldo en la tétrica rueda de prensa que dio el lunes, prefiere echar las culpas al mismísimo alcalde en funciones o a la propia afición antes que asumir su tan horrendo trabajo este año. Una directiva que se han creído que esto es una empresa que vende un producto y que ha montado un marketing lamentable donde nos han despojado de nuestras mayores seña de identidad. Una directiva que se ha pensado que el futuro de este deporte es hacer el capullo al más puro estilo NBA poniéndote soniditos cuando el equipo va a sacar un córner o hacer juegos estúpidos en el descanso. Una directiva cuyo presidente ha demostrado que le preocupa más el Cruzeiro y el Real Madrid, que vive completamente alejado de la realidad y del día a día. Una directiva que ha cogido el “C.F.” del nombre y lo ha convertido en un “S.L.”. En definitiva, una directiva que no se ha preocupado de darle competitividad y recursos a un club ya mediocre de por sí, un club que no está a la altura de los colores, del escudo y, sobre todo, de la afición, quien de verdad siente lo que es el Real Valladolid.


Habiendo visto todo esto solo puedo decir una cosa: el descenso duele, pero más lo hace el estado del club y a donde se dirige. Ese es el gran problema, que lo que de verdad destroza al aficionado de este equipo por dentro no es el “hemos descendido a segunda división”, es el “hemos descendido a segunda división otra vez”. Duele que en las últimas 20 temporadas hemos estado la mitad en la división de plata, que el mejor puesto en primera en el periodo mencionado haya sido un 13º y que nuestro mejor puesto en Copa del Rey en este siglo se haya dado por última vez hace 16 años. Eso es lo que duele, que hayamos pasado de ser un regular en primera con periplos por Europa y algún que otro desliz a ser el equipo con más descensos a segunda en el siglo XXI, a ser algo poco mejor que mediocre, a ser un equipo ascensor. Ahora mismo cuesta afrontar todo lo que significará la temporada 23/24, sabiendo que lo que se necesita es una revolución completa, una limpia en todos los estamentos del club, una limpia que quizás llegue y no sirva o que ni se produzca ni siquiera parcialmente, porque ya está confirmado que van a seguir tanto Fran Sánchez como Paulo Pezzolano. No lo digo yo, lo dice el pasado reciente de este club, un pasado reciente que hace mirar al futuro y nos hace darnos cuenta de que llevamos más de veinte años dando vueltas en el desierto. Un desierto donde podemos encontrarnos un oasis y seguir la estela de equipos como el Osasuna, donde podemos morir como animales abandonados y sufrir el destino de otros equipos el cual no quiero comentar o, en el peor de los casos, seguiremos dando vueltas en círculos en una especie de limbo cruel de vivir y observar. El tiempo dirá, porque el tiempo siempre es el mejor juez.

Quiero cerrar con algo dirigido a la poca gente que haya llegado a leer esto. Si eres de otro equipo o ni te gusta el futbol directamente, espero que hayas entendido o sentido mínimamente la frustración y el dolor que me hace sentir ver el estado tan mediocre de algo que amo y vivo tanto. Si, en cambio, eres como yo, un aficionado que siente estos colores, que sepas que eres mejor que todo esto y que estas por encima de directivos y jugadores mediocres, que es normal que te duela porque el futbol es lo que más importa de las cosas menos importantes pero que no te encuentras solo en esto. Que esto quizás no nos da de comer, pero nos da muchas otras cosas, muchas alegrías y en este caso, muchas tristezas. Que tú vas a estar dándolo todo por este club pase lo que pase y esté quien esté, y si decides no estar de ahora en adelante sabremos que lo diste todo alguna vez por el Pucela y que todavía hay un huequito blanquivioleta en tu corazón. Porque, al final del día, el Real Valladolid, como todos los equipos de futbol, lo formamos tú, yo y toda la gente que siente estos colores. Nos vemos en nada blanquivioletas, esperemos que esta temporada 23/24 sea el comienzo de algo increíble.

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