Que la tierra te sea leve, Toriyama

Hay días en los que te levantas y enciendes el móvil antes de trabajar para ver que está ocurriendo en el mundo. Hay días en los que te despiertas con las típicas noticias de turno o los típicos sucesos dantescos. Hay otros días que ocurre algo genial en una de las aficiones que más te gustan y eso te da un empujoncito moral. Pero hay otros días donde te levantas con malas noticias, con algo que no esperas y que te toca la fibra. Hay días donde siempre está la trágica noticia de un fallecimiento de alguien famoso y hay veces que ese fallecimiento toca cerca, muy cerca. Pues ese día es hoy, este 8 de marzo es el día en el que se ha anunciado el triste fallecimiento de Akira Toriyama, un mazazo que ha sido una montaña rusa de emociones. Primero llegaba esa incredulidad que te hacía pensar que habías leído mal y que todavía seguías sobado o algo, luego le sigue la realización y la pena, luego un periodo de calma donde aceptas todo y, por último, una puñalada final al corazón donde te das cuenta de que se ha ido alguien que ha marcado tu vida para siempre.

Yo lo admito, no soy actualmente el mayor fan de Dragon Ball ni soy esa persona que ha viciado de manera increíble la saga Dragon Quest, el anime lo dejé atrás como elemento nostálgico y después de Dragon Ball GT no quise dar el salto a Dragon Ball Super mientras que la saga de videojuegos no fue un click grande a pesar de que sí que la he jugado en parte. La cosa es que, a pesar de esto, decir que esta tragedia no duele es mentir mucho porque, como muchísima gente de mi edad, Dragon Ball fue una importantísima parte de mi infancia. Yo era ese chaval que cuando era un crio le encantaba el anime sin saber que era el anime tan siquiera. También era algo especialito porque no me gustaba ni Pokemon ni Digimon ni Naruto ni eso, a mí me flipaba Oliver y Benji (tanto la original como del mundial), Zach Bell e incluso Bobobo la cual veía para idiotizar las neuronas como decía el bueno de Ibáñez. Aun con esas, me encantaba Dragon Ball, me flipaba Dragon Ball, no puedo remarcar y recalcar lo que me gustaba Dragon Ball desde su primer anime hasta GT pasando sobre todo por Z. Fue pilar de mi infancia, era obligatorio verlo en Cuatro por las mañanas antes de ir al cole, la turra que le daba a mi madre para que lo pusiera a pesar de que a ella no le gustaba era espectacular. Con lo que más cariño guardo es sin duda con la emisión en Boing de Dragon Ball Z, esas noches a las doce o la una viendo el episodio para comentarlo con mi grandísimo colega de toda la vida llamado Ian eran espectaculares, incluso nos poníamos a verlo juntos alguna vez suelta y a comentarlo vía Skype yo desde Valladolid y el desde Vitoria como si fuera una antesala del actual “ver algo en Discord con los panas”. Estábamos tan obsesionados que por sabernos nos sabíamos hasta aquel mítico primer opening en francés porque el master que llegaba era el de allí. Esto no quedaba ahí, nunca se me olvidarán las horas en verano que echábamos jugando al Budokai Tenkaichi 2 en la PS2 cuando estábamos en el pueblo y las más que obvias horas jugando mientras imaginábamos ser guerreros Saiyan. Era algo simplemente maravilloso. El tiempo pasa y cada uno crece de una forma distinta. Por suerte sigo manteniendo amistad con este gran amigo que conozco desde los seis años, pero mientras que yo he dejado un poco de lado Dragon Ball y veo muchos más animes pues el sigue obsesionado con la obra y como que el resto del género lo toca para casos contados como Attack On Titan o Jujutsu Kaisen, un poco paradójico que yo deje un anime para ver más y el siga viendo un anime ignorando al resto. A él se le juntaron más colegas en común, me acuerdo cuando quedábamos con mis otros amigos Rodri y Ferru y se ponían a hablar del capítulo correspondiente de Dragon Ball Super mientras yo escuchaba sin coscarme porque había mucho elemento nuevo que se me escapaba. Y aunque no quisiera admitirlo en ese momento pues sentía algo de envidia, era como que ellos seguían en esa etapa de la infancia mientras yo había dejado eso atrás en el peor sentido de la palabra. Posiblemente por eso volvía a verme todo de tirón en vacaciones de verano. 

Ahora con perspectiva y recordando esos días se me caen unas cuantas lágrimas, no lagrimas alegres por volver a una época pasada tan maravillosa, se me caen por pura tristeza, porque quien me dio todos esos momentos ya no está aquí con nosotros, lagrimas que vuelven en menor medida mientras escribo estas líneas. Ha habido muy pocas veces que he soltado lagrima por una tragedia, salieron lagrimas después de la muerte de Kentaro Miura debido a lo grande que es Berserk y por el gran hueco que ha ocupado y ocupa en estos últimos años, lloré incluso en momentos que no fueron defunciones como el primer retiro de Bryan Danielson por lo que significaba ese personaje para mí, y hoy ha vuelto a pasar. Aun con todo eso tengo cierto grado de alegría, no una alegría en el sentido puro de la palabra sino más orientado a lo reconfortante. Hoy he podido ver como muchísima gente alrededor del mundo sentía lo mismo que yo y le recordaba con un cariño brutal, gente no solo de mi edad sino más mayores y más jóvenes, gente no otaku e incluso fans de otra de mis grandes pasiones como es el wrestling los cuales recordaban sus guiños a Stan Hansen y Big Van Vader entre otros. Pero esto no se limita al manganime porque su huella en los videojuegos también es palpable, su talento tocó grandísimos clásicos como Chrono Trigger o la mencionada Dragon Quest, ese simbolito del “slime” ya es parte icónica de la historia del medio. Pero también se le recuerda por lo que era fuera de estas obras, se le recuerda por ser un tipo muy peculiar con un talento inigualable. Lo de peculiar es en el mejor sentido de la palabra, porque en una industria tan dura y casi esclavista como el manga donde la gente pone en riesgo su salud para llegar a las entregas pues al bueno de Toriyama no le importaba mucho la verdad. A él le daba igual los exigentes listones mínimos, le daba igual los limites de fecha porque se los saltaba, por darle igual le daban igual muchísimas cosas pero eso era algo bueno porque sabías que todo lo que hacía era por puro cariño, porque le gustaba hacerlo. Pero no solo era eso, también está que todo alrededor suyo era bueno porque él era alguien bueno. Así le recuerdan compañeros de profesión y gente que ha trabajado con él, como un artista espectacular de los pies a la cabeza y como una bellísima persona dentro de su peculiaridad, pero el fan también lo sabía gracias a cosas como notas como la que hace referencia a su hijo que predicaba “no voy a poder irme de marcha con mi mujer pero eso no está mal, cuando crezca un poco nos iremos por ahí los tres, él es hermoso y encima puedo usarlo como excusa para ir a comprar juguetes”. Esta gran forma de ser la plasmó en el maestro Muten Roshi de gran manera: “trabajar, estudiar, comer y descansar”. Simple y sencillamente, se ha ido un grande, se ha ido la persona que puso en el panorama mainstream mundial el manga y el anime, que cambio la cultura popular para siempre y que, básicamente, no tendríamos el panorama actual del anime y manga de no ser en grandísima parte por él y sus obras, por cómo ha influenciado a otros autores y por las cuotas de popularidad alcanzadas con sus obras. Descansa en paz sensei, que la tierra te sea leve.

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