Outer Wilds es sin duda alguna un videojuego, una afirmación que he soltado de primeras con una rotundidad y ambigüedad claramente escogidas con el cuidado y mimos que tocan. También es, dentro de esta comunidad, el secreto peor y mejor guardado gracias a la famosa frase de “tienes que jugar a Outer Wilds pero no te voy a contar de que va”. Una afirmación claramente estúpida si te paras a pensarlo, ¿por qué voy a jugar a un juego del que no quieren que sepa nada? Una afirmación que cobra todo el sentido y valor del mundo después de pasar la más de quincena de horas que componen esta aventura, más tiempo todavía si decides no dejar nada por descubrir. Curiosamente, este doble filo es el que le da chicha y una magia aún mayor al título, ya que probar el secreto peor guardado de la industria del que paradójicamente no sabes nada tiene su aquello. Dicho esto, yo ya he pasado por esas horas, yo ya he descubierto al menos lo suficiente como para andar satisfecho de esta aventura, he visto el principio y el final de esta historia, y por todo lo que ha supuesto y ha dejado en mi memoria he decidido escribir esto. Si no eres de este grupo que ya ha disfrutado de esta historia te recomiendo no seguir leyendo, te recomiendo jugar a una aventura que no llega a los 30€ y que merece todos y cada uno de los céntimos que la compone. Si por otro lado o ya te has pasado el juego o simplemente te dan igual los spoilers pues adelante, aunque si caes en esta última casuística no puedo hacer más que repetir vehementemente que juegues Outer Wilds y que vivas esta experiencia que solo vas a poder vivir una vez.
Outer Wilds es un videojuego de exploración, de aventuras o, mejor dicho, de una única gran aventura con muchas ramificaciones. El origen de todo este embrollo es Rocaterra, tu planeta natal en este universo. ¿Tu profesión? Astronauta que forma parte del programa espacial “Outer Wilds Adventures”, la herramienta de las criaturas de este pequeño mundo para seguir descubriendo los secretos del sistema solar que habitan. ¿Tu misión dentro del programa espacial? Ninguna, vete por ahí a ver que se te ocurre, puedes ir a ver planetas, buscar a otros astronautas o simplemente navegar por el cosmos en ese pequeño espacio temporal de 22 minutos. Esto es lo que hay, esto es quién eres o a quien manejas cuando coges el mando, no hay nada concreto, ni un plan ni una guía, solo sabes esta poquita información y el tiempo que te queda: 22 minutos. Pero, ¿qué son esos 22 minutos? Pues, literalmente, el tiempo que te queda, el tiempo restante desde que despiertas en una hoguera al lado de la lanzadera hasta que el sol estalla en una supernova y toda la vida albergada en el sistema desaparece, un tiempo que por motivos desconocidos vivirás una y otra vez albergando dentro de ti los recuerdos de todos los ciclos anteriores. Esta es la magia de Outer Wilds, porque ese primer bucle lo vives como cosa tonta yendo a sitios con tu nave y viajando por el espacio, todo hasta que ese contador se reinicia. A partir de este punto algo despierta en ti, no es la curiosidad simple de nuestra naturaleza humana o la diversión que genera viajar y conocer, es una quemazón enorme y una sensación de vacío que solo va a llenar conocer el porqué de esos 22 minutos, todo arrancando cuando vuelves a despertar junto al calor de una hoguera y al olor de los malvaviscos. Armado con tu nave, un traje, un dron de reconocimiento, un detector de ondas y una maquina traductora recorrerás todo el sistema solar conociendo historias y descubriendo tanto el pasado como el futuro de tu pequeño y acogedor universo.
Outer Wilds es un videojuego narrativo donde tu eres el narrador de la historia, un narrador que va montando poquito a poco un puzzle del que solo tenía una pieza inicial y del que no sabe cuál va a ser la forma final. Esa sensación de curiosidad supina va evolucionando poco a poco dando lugar a otras emociones como el suspense, el miedo, la alegría, la desesperación, la desazón o el más puro y simple asombro. Con cada pieza del puzzle brotarán todas estas cosas, y no solo cuando descubres cosas sobre los Nomai o sobre el Ojo del Universo sino también cuando todas esas pequeñas piezas que tanto te han costado encontrar o que has revelado vía razonamiento o suerte van conectándose poco a poco y cobrando un sentido conjunto. Todo este entramado de información absurda en un principio y lógica posteriormente consigue hacer que te recorras de principio a fin cada planeta, que vuelvas a aquellos sitios que pensabas haber descubierto al completo y que encuentres cosas en los lugares menos esperados. Como si de una matrioshka de sorpresas constante se tratase, este juego es capaz de pillarte desprevenido de formas que nunca esperas e imaginas.
Outer Wilds es un videojuego que hace que caiga sobre ti el peso de tu propia consciencia, de tu propia existencia. Tras horas y horas de aventuras descubriendo la verdad del universo que te rodea y averiguar tanto el motivo del bucle como la misión de los Nomai, descubres que es en verdad el Ojo del Universo, algo que hace que caigan sobre ti cual yunque multitud de emociones. El suspense, miedo, alegría, desesperación, desazón y asombro vuelven a la palestra en una secuencia final brillante como ninguna otra en el mundillo cuando descubres que es en verdad eso que tanto buscaron civilizaciones pasadas: el fin y el principio. Este ojo no es más que el graderío de una única butaca donde se puede ver el final del universo, un final del que no formabas parte porque un simple bucle accidental el cual tu propia curiosidad rompió te mantenía fuera de él, una ironía enorme si te paras a pensarlo. Pero como he dicho, no es solo el fin, es el principio, un principio del cual no solo eres espectador sino que también eres director, un nuevo todo que comienza sin ti pero que tampoco hubiera comenzado sin tu simbólicamente divina intervención.
Outer Wilds es sin duda alguna un videojuego, uno que me ha hecho sentir cosas como muy pocos o ningún otro juego me ha hecho sentir. Un juego con un mazazo final que me tuvo pensando por días no solo en esta historia sino en algo más, en mi propia historia. Me ha hecho pensar en mil cosas y, sobre todo, me ha hecho pensar en mi propia mortalidad. He vuelto a sentir esa sensación de presión en el pecho que me daba en antaño pensar en la muerte, he vuelto a pensar en si de verdad estoy aprovechando mis 22 minutos e incluso me ha hecho valorar si de verdad este es o no mi último bucle. Pero también me ha hecho pensar en los pequeños placeres de las vivencias que dan la curiosidad innata y las ganas de explorar y vivir aventuras, me ha hecho pensar en que hay a partir del minuto 23 y si podré verlo, me ha hecho pensar en que pase lo que pase dejaré un legado apreciado por muy pequeño que sea aunque no pueda ni verlo ni valorarlo. Unas sensaciones y emociones que nunca podré volver a vivir, haciendo que sean un tesoro aún más preciado. Ahora sí que sí afirmo sin ambigüedad y con todavía mayor rotundidad que Outer Wilds es, sin duda alguna, no un videojuego, es EL videojuego, un tesoro creado por Mobius Digital y Annapurna Interactive que aguantará este incalculable valor durante el paso de los minutos de este bucle tan especial.