Cuatro, la cifra de goles que nos cascó el Sevilla, uno que está más cerca del descenso que de competiciones europeas y que también navega por aguas no muy tranquilas. Cuatro nos metió el equipo andaluz andando porque con eso les bastaba. Les bastó con apretar un poquito al inicio y el resto andando, algo que les valió porque nosotros íbamos también andando y en igualdad de condiciones no le ganamos a nadie. Por esto no puedo echarle la culpa a Cocca, por esto y mucho más este partido representa a la perfección lo que es este Real Valladolid de los últimos años: un entrenador nadando a contracorriente, unos jugadores malos y comodones, unos capitanes que o se borran o se abroncan con la afición, una planta noble alejada de cualquier realidad y una afición harta a niveles de vaciar el campo antes del pitido final no por protesta sino por pura desidia. Fue tan bestia lo del domingo que yo no he visto nada como esto en los más de quince años que llevo acudiendo al José Zorrilla, nunca había visto vaciarse el campo tanto y tan rápido. No se cual sería la imagen vista por la televisión pero os aseguro que desde el campo fue desolador, al menos para mí. La gente se marchaba de manera obvia y entendible, hasta yo dije que era lo mejor que podían hacer y yo soy alguien que para que lo saquen del campo debe de ser o en ambulancia o en coche patrulla. Yo me tragué los más de noventa minutos, si, pero es innegable que resonó mucho y muy fuerte el pensamiento de “debería de haberme ido como el resto”. Ni un amor casi religioso es capaz de causar una ceguera tal de impedir admitir que esto es demasiado.
Quince puntos, el bagaje de este equipo con 24 jornadas transcurridas. Catorce fechas restantes para cerrar una temporada de récords negativos para el club como pueda ser la de “mayor cantidad de derrotas”, la de “mayor cantidad de goles encajados” o directamente la de “menos puntos en primera”. Catorce fechas para por lo menos acabar el curso con buena cara ya que remontar esos nueve puntos virtuales que nos sacan del descenso es una tarea matemáticamente posible pero imposible en todo lo demás. El descenso del Real Valladolid está sellado a falta de ser escrito en piedra, y esto no es algo que digamos solamente los aficionados o la prensa, es algo que parece decir también el club y los jugadores. La plantilla lo ejemplificaba perfectamente en el cuarto gol, defendiendo una contra andando después de un córner donde Luisito parecía estar realizando una especie de venganza personal defendiendo mal a posta y solo un par de nombres parecían intentar no encajar otro gol a mayores. Esto iba incluso más allá con el propio Anuar diciendo literalmente “hay que pensar ya de cara al futuro y empezar entre todos a construir un mejor Real Valladolid”. También digo el club por todo lo trascendido del lunes en adelante con esa destitución de Cocca y la llegada de Álvaro Rubio al primer equipo. Esa llegada de forma claramente no interina y toda la reestructuración parecen ser de cara a dejar todo resuelto para futuro, no comerse el tarro en intentar salvar lo insalvable y ver si tanto el manchego como algún que otro jugador da la talla para la 25-26 en la Hypermotion. Acabar con dignidad la temporada es lo mínimo exigible si no eres capaz de mantener la categoría pero dudo que esa sea la intención. Seamos realistas, si los jugadores que han perpetrado tales actuaciones están más pendientes a darse de palos en el vestuario o a encararse con la grada parece difícil creer que quieran cerrar el año dignamente. La comodidad es lo que se valora, no el ser unos profesionales a la altura, y como eso es lo que importa parece que esta jauría de maulas han conseguido al entrenador que querían, uno que les entiende o, mejor dicho, puede que les deje ser los vagos con contratos insultantemente altos que son en verdad. Gran club el Pucela, quien premia la mediocridad y la poca profesionalidad.
Descenso, es lo que parece darse por cerrado y por ende las planificaciones actuales pasan ya por la temporada que viene, ¿no? Nada lejos de la realidad, ¿cómo vas a plantear una futura temporada 25-26 si ni siquiera sabes si vas a seguir? Difícil que el equipo de confianza de Ronaldo vaya pensando en la próxima temporada si no está seguro que en junio estén por la ciudad. Esa es la verdad, más si la intención de Ronaldo es claramente deshacerse del club por su candidatura a la CBF. Aun con estas, supongamos que sí que van a seguir de cara a la próxima temporada por un cambio de mentalidad imposible o porque ni de broma pagan la barrabasada surrealista que pide el brasileño, ¿por qué sigue Catoira entonces? Si lo que se quiere es tomar las decisiones en mayo-junio cuando acabe todo pues sería otra vez ir tarde y mal a la planificación en segunda. Si por otro lado se busca continuar con el arquitecto de esta nefasta obra (no lo creo pero hasta que no se niegue es una posibilidad) pues es signo claro de una enajenación enorme de la planta noble que les mantiene alejados de cualquier tipo de realidad.
Al final, por un motivo u otro, este es el actual Real Valladolid, un balneario para futbolistas sobrevalorados y una casa de retiro para jugadores deportivamente acabados, un club profesionalizado por dentro pero ridículo por fuera. Hay que irse olvidando de los mantras de ser el decimotercer clasificado histórico no solo porque en breve el Osasuna nos pasa sino porque la historia reciente dice lo contrario. El Pucela del siglo XXI se ha pasado la mitad de los años en segunda y lo más arriba que ha quedado es 12º, ahora somos no solamente el ascensor del fútbol español sino que posiblemente lo seamos del fútbol europeo en todo su conjunto al menos en cuanto a las grandes ligas se refiere. Solo queda pensar en la famosa retroexcavadora por enésima vez, aunque en esta ocasión pinta jodido por la herencia de auténticos muertos (futbolísticamente hablando) que cobran más que jugadores de la Selección Española y por la incertidumbre del futuro a corto plazo. Miedo da segunda, una temporada tonta y te caes del fútbol profesional por un rato largo o incluso para siempre, pero eso son problemas y preocupaciones de un futuro que no anda muy lejos. De momento a intentar que estos tres meses que quedan no nos maten por dentro más aún, a sentarnos y esperar el final de una temporada aparentemente cerrada, y de manera muy triste, un 16 de febrero.