Es oficial, WWE celebrará su evento magno en las tierras saudíes en 2027, WrestleMania irá a Riad como así anunció Paul Levesque junto a Turki Al-Sheikh rodeándose de leyendas de la compañía y talento de importancia actual. Tristemente, esta noticia no pilla por sorpresa viendo como tantos y tantos eventos ya han sido acogidos en este territorio a pesar de tanto los problemas que han sufrido empleados como todo lo que rodea a la superpotencia petrolera. Entonces, ¿por qué ahora esto es un punto y aparte? ¿por qué no lo fue antes?
WWE es y ha sido la puerta de entrada al wrestling para el 99’9999% de mi generación, quizás ese porcentaje baje para gente más joven gracias al resurgir de NJPW o el nacimiento de AEW y para los más mayores también sea distinto por WCW pero, para la gente de mi edad, la WWE era sinónimo de wrestling (o pressing catch) y viceversa. Batista, Edge, Rey Mysterio, Randy Orton, Triple H, John Cena… tantos y tantos que forjaron mi infancia y, aunque en mi adolescencia pasará a ser algo más secundario gracias a descubrir el puroresu, WWE era parte importante de mi amor por la lucha libre. Todo cambia, tus gustos lo hacen al igual que el producto de estas compañias, asi que mientras la federación tenía a su número uno no querido por muchos siendo bañado en comida de perro pues yo decidía seguir con NJPW y saltar al bando de AEW. Aun con esas, siempre deseas que le vaya bien a la competencia de tu nueva empresa favorita tanto por el bienestar del deporte como por el cariño y la nostalgia de tu infancia, pero no todo aguanta. Ese cariño pasa a ser nostalgia, esa nostalgia pasa a ser hastío y ese hastío pasa a ser mal humor, olvídate de la WWE de cuando eras niño porque ya poco tiene que ver con la WWE actual.
Aun así sigues mirando, sigues estando atento aunque sea de manera lejana sin ver la programación semanal, tanto por esa pizquina de amor como por el morbo que genera el tribalismo estúpido de la guerra entre WWE y AEW. Sigues mirando y ves como la venda se quita, ves todo lo malo que había detrás del producto y ves lo malo que o sigue habiendo o que ha sustituido al anterior. Vince McMahon se marcha con un escándalo de agresiones sexuales, el enésimo y definitivo, pero entra TKO. Piensas que todo mejorará cuando se quitan de encima al viejo senil, sexista y racista pero no, es sustituir un demonio por otro. Justo esa magia creativa de Triple H que surge al tomar las riendas se desvanece y se empiezan a ver las costuras, siendo la respuesta a este descenso de calidad no mejorar el producto sino chapar unas ruedas de prensa estúpidamente sesgadas y aduladoras por otras charlitas menos exigentes. También ese espíritu reivindicativo del wrestling americano se pierde, esa magia de crear algo cuando no hay nada desaparece y lo “punk” de este deporte espectáculo se corporativiza para darle la espalda a sus valores con un cinismo de época, cambiar las botas de trabajo por el traje y la corbata a juego. Un todo que en su conjunto quien lo paga es el fan, un fan increíblemente leal que quizás no aguante tantas envestidas contra su propio bienestar como seguidor de un producto.
Qué más dará la calidad del producto y que los precios estén subiendo hasta cotas inimaginables, que más dará vender tu alma al dinero saudí o sobrepasar todos los límites morales esponsorizando a Donald Trump o repescando a un agresor sexual como Brock Lesnar, lo importante es el dinero porque poderoso caballero es. No es una cuestión de tribalismo, no es una cuestión de buscar polémica, es simplemente sentido común y una mínima moral y conciencia. Lo mismo que ocurre con criticar la alianza firmada con sangre formada con el reino de Arabia Saudi, no es una cuestión de racismo (ni debería de serlo nunca) sino de prestarse al “sportwashing” por pura cuestión monetaria. Quizás al igual que le criticamos al señor Brooks en su momento, TKO no está en el negocio de la lucha libre por amor al deporte sino por amor al dinero. Quizás vieran que esto iba a dar más guita, quizás pensaban que AEW se quedaría abandonada en el olvido y quizás creían que todo iba a ser color verde (que no rosa) cuando al final puede que esté pasando lo contrario. Intentar lastrar ruinmente a la competencia de mil formas, sangrar a tus fans por poco a cambio y venderse a un dinero manchado de sangre son síntomas de que quizás no vaya todo tan bien. Viendo esto habrá que asumir unas cuantas cosas, la primera que está WWE no es la WWE que quiero ver, la otra que Clint Eastwood protagonizó “La muerte tenía un precio” mientras que TKO/WWE hacen lo propio con “La dignidad tenía un precio” y, de manera que ni pintada, puede que esta sea su muerte, puede que sea la caída de un titán.