Dos victorias, dos empates y ocho derrotas. Nueve goles a favor, veinticuatro en contra. Una victoria y cinco derrotas fuera de casa. Desde agosto sin ver tres puntos en el José Zorrilla. Todos estos ingredientes hacen que el Real Valladolid se siente penúltimo en LaLiga con solamente un Valencia tétrico como nunca se ha visto por debajo. Los números hablan horriblemente del Pucela, las sensaciones incluso lo ponen a un nivel peor. Números de descenso, equipo casi desahuciado, un desastre que viene desde atrás y que, a pesar de la ilusión de unos y el apoyo incondicional de otros, no parece tener pinta de remitir en breve. Hoy, en un ejercicio de escritura por puro desahogo personal, hablaré del Real Valladolid y de como estos primeros dos meses y medio de liga no invitan al optimismo.
El desastre arrancaba tras el cierre del mercado veraniego, o incluso un poquito antes del día final de este, un mercado que analicé en este post. En esa recta final vimos cosas tétricas, incluido un 7-0 del Barça que no nos hundió en los tres puestos finales de la tabla pero que dejó muy malas sensaciones (y un destrozo en el golaverage increíblemente grande). Sin duda era un punto de inflexión tras cosechar cuatro puntos de los primeros nueve posibles, un punto de inflexión que pudo ser perfectamente una dosis de realidad de lo que iba a ser el devenir del equipo en las próximas citas ligueras. Derrota dolorosa contra el Celta en Balaídos por 3-1 tras un parón en donde se buscaba “resetear” y dejar atrás la paliza en tierras catalanas, un empatito muy majo contra una Real Sociedad en crisis y tres derrotas no muy discutibles contra Sevilla y RCD Mallorca por 2-1, 1-2 y 1-2 respectivamente. Con estos resultados, el Real Valladolid se asentaba en el penúltimo puesto de la tabla liguera a más de tres puntos de la salvación con el golaverage en contra de manera clara, una distancia que parecía insalvable gracias a lo que ya hemos dicho veintemil veces, que Pezzolano y los jugadores a su mando parecían no dar para más. Otra vez, el Pucela tenía un parón de selecciones por delante para resetear, para ver si se daba con la tecla.
No sabemos si dio con la tecla o dio con que el árbitro les echó una pequeña mano (nunca mejor dicho), pero esa semana sin futbol pareció dar un respiro y una bala extra al Pucela, quien tras vencer al Alavés en tierras vitorianas por 2-3 igualó a puntos esa línea de salvación. No fue un partido brillante, por ser fue incluso un poquito atraco por ciertas acciones en ambas áreas que se señalaron o dejaron de señalar, pero el partido fue correcto y esperanzador. Se vieron ganas de pelea, se vieron buenas jugadas, se vieron buenas ideas y, sobre todo, se vio que la posibilidad de rascar algo de una plantilla claramente inferior a la categoría era real. Quizás no había que dar por muerto a este club, ¿no?
Tan pronto como el Pucela parecía remontar vuelo y tan pronto como el aficionado blanquivioleta parecía albergar un poquito de esperanza de nuevo, el Real Valladolid decidió matar todas esas ilusiones de un plumazo. Una semana duró la alegría gracias a otro 1-2, esta vez a cargo del Villarreal. Un partido que, a simple vista y sin dignarse a revisar tanto los más de noventa minutos como las estadísticas de este, pareció una casi hazaña de un equipo de abajo que buscaba rascar puntos de manera heroica frente a un equipo luchando por no quedarse fuera de puestos europeos. Nada cerca de la realidad, ya que este fue un encuentro donde si el Villarreal no se marchó con cuatro o cinco goles a favor fue gracias a un Karl Hein que se disfrazó de Lev Yashin salvando de manera milagrosa la meta blanquivioleta con siete paradas, algunas de un valor y calidad superlativas. Un partido que volvió a sacar a la palestra todos los males de este equipo, males que van desde un nivel tanto individual como colectivo de los jugadores ya sea o por falta de ganas o por falta de fútbol hasta la inutilidad de un entrenador que se emperra a poner a Cömert en la posición de cinco y que es incapaz de agitar el árbol durante el encuentro por ver si aparecía algo de valor. El Real Valladolid volvía a caer hacia el fondo, hacia el penúltimo puesto, ya que la última plaza la ocupaba un Valencia claramente más lamentable, hasta Las Palmas empezó a hacer las cosas como tocaban. Lo peor de todo es que estos no eran los únicos problemas, a este destrozo continuo en el verde se le sumaban líos de vestuario, ya que Pezzolano apartaba del día a día (o daba un toque de atención) a Marcos André, Kenedy y Machis por no estar al nivel mínimo necesario de un profesional de primera división, un nivel que puede ser físico, futbolístico o mental. Que bien, una plantilla sumamente mermada en cuanto a efectivos se quedaba aún más mermada gracias al entrenador y a estos tres futbolistas increíblemente “profesionales”, tres encima que no es que cobren precisamente poco.
¿Siguiente parada? El Sadar contra el Osasuna. ¿Resultado? El mismo, victoria de los rojillos ante un Real Valladolid otra vez absurdamente blando en defensa, sin ideas en la media y con problemas para crear peligro en ataque. Otra vez un resultado engañoso, el Osasuna se adelantaba gracias a una pena máxima y al Pucela le mangaban el poder haber puesto el 1-1 desde los once metros, pero eso no quita que, al igual que contra el Villarreal, el Real Valladolid podría haber tenido un resultado mucho más doloroso. Veinte tiros del Osasuna en total a lo que había que sumar una estadística de goles esperados que indicaba que los rojillos podrían haberse impuesto por 2-0 o incluso 3-0 si hubieran tenido algo más de acierto, una estadística de xG que básicamente decía que la única forma de ver un gol blanquivioleta en El Sadar era si el Osasuna se equivocaba de portería en uno de sus chopocientos remates. Misma historia de todos los fines de semana, un equipo muerto a todos los niveles y un entrenador ya no solo infracualificado para la situación sino simplemente sobrepasado por esta.
Sinceramente, esto no pinta bien. No tiene buena pinta tanto por una plantilla que no da la talla en lo que a fútbol y/o profesionalidad se refiere como un entrenador visiblemente lejos del mínimo necesario de alguien de primera. Una plantilla que, por cierto, ni con estos resultados adversos parece sacar algo de rabia para alejarse del “todo irá bien y mejoraremos”, algo que no sorprende viendo que los capitanes o ya han vivido dos descensos o se han jactado de reírse de los aficionados o de menospreciar al club en un pasado no muy lejano. La mínima esperanza que albergamos todos, incluida seguramente la planta noble de la entidad pucelana, es que el Real Valladolid consiga victorias contra tres rivales directos que le quedan, pero viendo al Pucela como al Getafe y a Las Palmas dudo mucho que eso sea una posibilidad real. Incluso por pensar podemos imaginarnos una nueva situación donde volveremos a ser equipo aspirina ya que hasta un Valencia claramente defenestrado puede ser capaz de rascar algo como ya hicieron hace dos años. Sobrevivir hasta enero, sacar nueve puntos como mínimo para acabar la primera vuelta con 17 puntos, algo impensable para todos viendo el poco equipo de primera que es ahora el Pucela.
Todo este panorama invita a agitar la coctelera, a remover todo un poco por ver si funciona algo, y como hasta enero no se puede fichar habrá que empezar por el entrenador. Pero yo planteo varias preguntas: ¿de verdad van a echar a Pezzolano incluso perdiendo contra el Athletic Club la semana que viene? ¿Quién va a querer venir a levantar un marrón que de momento parece insalvable? Puede venir hasta el mismísimo Jurgen Klopp que no va a ser capaz de solucionarlo porque el problema base es de plantilla sin duda. Ahí entra el mercado de enero pero, otra vez lanzo pregunta, ¿de verdad Catoira y su gente van a conseguir salvar la papeleta? Es que el Pucela necesita dos laterales zurdos, una defensa sólida y un delantero capaz de meter goles. Si no pudieron materializar todo esto en un mercado de verano donde hubo decisión tétrica tras decisión tétrica no confío nada en que lo hagan en invierno, más con los problemas aparentes en el área financiera. Y después de esto, ¿a quien o a que acudimos? ¿a que Ronaldo venda esto cuanto antes y a ver si un cambio de dueño sirve para abandonar este pozo de mediocridad e idiocracia? Sinceramente, esto lo veo insalvable, yo estoy ya en mentalidad de que acabe el año como tenga que acabar. Ya lo dijo mi buen amigo y compañero peñista Chema, “vamos a disfrutar de los viajes y la comida que del fútbol vamos a disfrutar poco”. Bajaremos (o no porque la temporada es larga y nadie aquí presente es adivino), y volveremos a hacer el bucle que siempre hacemos: borrón y cuenta nueva a medias, plantilla mal confeccionada, ilusionarnos de rebote, fallar estrepitosamente, ir con el agua al cuello por contratos y así en bucle. Un bucle que se dará hasta el fin del Real Valladolid como club porque parece ser que desde los 2000 el Pucela es incapaz de abandonar la mediocridad sea quien sea el capitán o el timonel de la nave. Miedo me da un descenso, miedo me da ver los contratos en segunda de los tres mencionados previamente, miedo me da que no se confeccione una plantilla suficiente, y ni te cuento los sudores fríos que me da la posibilidad de bajar hasta tercera como hicieron Dépor, Alavés, Rayo, Racing, Mallorca y demás donde algunos volvieron y otros encontraron finales peores. Posiblemente esté siendo absurdamente dramático, posiblemente las ganas de desahogarme estén tomando control y haga que me vuelva más negativo que de costumbre o posiblemente todo esto tenga mala pinta. No lo sé, no sé qué dirá la jornada 38, no sé qué dirá la temporada 25-26 independientemente de la categoría y demás, yo solo sé que este Real Valladolid está muerto en vida y necesita reanimación inmediata de una forma u otra.