En la vida hay que ser felices

Tras mucho tiempo sin publicar nada en este blog personal, me veo en la obligación (una puesta por mi mismo) de hablar, un año más, del mercado invernal del Real Valladolid. Este mercado de enero de 2025 es, para mí, uno de los más interesantes de los últimos años, no sólo por los movimientos producidos en el club sino que también por todo lo que rodea a la entidad. Un club en descenso con unos números bochornosos, una propiedad que busca la venta y parece ser que de manera no muy exitosa y una situación de plantilla bastante dura a causa de un lamentable mercado veraniego. Así que, vamos a hablar de estos últimos meses, de este mercado y si de verdad el Real Valladolid ve factible una salvación difícil cuanto menos.


Digamos que la primera división no se ha estado portando bien con el Real Valladolid en esta primera mitad del año o, mejor dicho, el Pucela no quiso hacer mucho esfuerzo por estar a la altura. Con una plantilla peor que la del año pasado y un entrenador cuya continuación en el banquillo era cada vez más incomprensible según pasaban las jornadas, el equipo de Ronaldo (al menos legalmente porque no lo es ni espiritual ni laboralmente) se afianzaba de manera rotunda y lamentable en la parte baja de la tabla, en concreto, se puso cómodo en uno de los tres asientos del vehículo que te lleva a segunda. El punto de amargura cogió su máxima expresión el día contra el Atlético de Madrid, un 0-5 que cayó como jarra de agua fría al menos a título personal (aquí dejo un post hablando sobre ello) y que también hizo que cayera otra cosa, el propio Paulo Pezzolano. El entrenador blanquivioleta abandonaba el Real Valladolid tras un descenso incomprensible y un regreso a la categoría máxima del fútbol español que me produce esa misma sensación rememorando las carambolas y el juego de la pasada campaña. El uruguayo abandonaba el club dejando al Pucela colista a cuatro de la salvación, sin ganar en liga desde octubre, con más de dos goles en contra por partido y sumando 9 puntos de 45 posibles. Una destitución casi cómica por muchos motivos, primero porque se sabía de la marcha incluso antes de la manita del Atleti y segundo porque durante semanas no hubo entrenador ya que, por unos u otros motivos, nadie quería sentarse en semejante banquillo. El rol de entrenador del primer equipo lo tuvo que ocupar de manera interina Álvaro Rubio que, por dos semanas, consiguió rascar un pase de ronda en Copa ciertamente agónico y una victoria vital contra el Valencia para respirar y tener una vida extra como si de un videojuego se tratase. En este punto, con una victoria que inflaba la moral y con sensaciones renovadas, llegaba Diego Cocca, el nuevo entrenador del Real Valladolid y el que debía de ser el arquitecto de una remontada hacia la salvación ciertamente difícil, por no decir imposible.

Con nuevo entrenador y el mercado en el horizonte, esa victoria contra el Valencia daba una pequeña esperanza al conjunto blanquivioleta. La solución parecía ser la misma que la vista en las islas, un entrenador nuevo dando un volantazo y sumando unas victorias que no solo podrían ser oxígeno sino literalmente una salvación pronta, o al menos encaminarla de gran manera. La cosa es que Valladolid es un lugar donde sí puede ocurrir algo futbolísticamente malo va a ocurrir. Debut de Cocca en Montilivi, goleada del Girona frente al peor Pucela de toda la temporada. Tan pronto como parecías respirar volvías a tener el agua por encima del cuello, tan pronto que parecías rascar un mínimo de fútbol para ganar otra vez que te pegas el piñazo. Bueno, un patinazo lo tiene cualquiera, ¿no? La cosa es que en Valladolid si las cosas van mal futbolísticamente ten claro que van a ir peor. Si ya dolió la derrota contra el Girona os aseguro que no fue más apetecible y agradable en partido de Copa del Rey, ya que todos sabemos que lo mejor para superar un 3-0 es que te elimine de la competición copera un equipo de Segunda RFEF. El entrenador no encontraba la tecla para hacer funcionar la maquinaria, el equipo no funcionaba o no quería funcionar (o no quería funcionar mejor dicho), nuestra única esperanza reposaba en que Cocca pudiera remontar el vuelo de un avión cayendo en picado y que el mercado invernal fuera benevolente con nosotros los blanquivioletas.

El mes de enero nos daba una noticia buena y una mala. La buena es que Cocca demostraba ser un entrenador sumamente capaz de levantar a este muerto al nivel de que si hubiera llegado un poco antes y con un poquito mejor plantilla la salvación era segura. El argentino, a pesar de los resultados sumamente adversos vistos, ha dado cierto lavado de cara a este equipo, uno que parece por fin jugar a algo y que por momentos demuestra tener una garra desconocida en las jornadas previas. No solo eso, Cocca ha dado algo al aficionado no visto en los últimos años: realidad. Todas sus declaraciones son verdaderas, sentidas, sin un mensaje prefabricado falso y soltando todas esas cosas que duelen escuchar pero que son necesarias. No tuvo reparos en las primeras semanas en admitir que la plantilla era corta, que necesitaba fichajes, que no iban a llegar nombres de renombre, que la cosa está complicada, incluso ha llegado a decir con nombres y apellidos que hay jugadores con los que no cuenta ni va a contar. Señores, hay entrenador, esta es la buena noticia pero… ¿y la mala? Que hay míster pero no plantilla.


La temporada invernal de fichajes arrancaba antes de tiempo de la manera más dura de digerir posible. Gracias a Marca Valladolid, tuvimos una entrevista a “Mr. Always Happy” Domingo Catoira donde tuvimos una dosis de realidad directa a la cara. Media hora de una colección de frases y ciertamente lamentables: que si “15-16 puntos es un buen objetivo para la primera vuelta”, que hay que centrarse en “mejorar el rendimiento de lo que hay” y otra retahíla de cosas que no me apetece resumir. Las sensaciones que tuve tras escuchar la entrevista es que había que reforzarse, si, pero visto lo complicado del mercado habrá que rezar para que lo actual mejore y para que se produzcan unas salidas ciertamente imposibles para acometer las altas necesarias en cuanto a calidad y cantidad. Que la pinta era que iba a ser un mercado tranquilito, aunque acabó siendo todo lo contrario pero por los peores motivos imaginables. El mercado en su primera mitad no fueron más que semanas de ruido en torno a Raúl Moro y su posible marcha al Ajax, rumorología que acabó desapareciendo por completo debido a su lesión de hombro contra el Espanyol. La poca chicha existente a mayores en esta primera mitad de “silly season” fue aportada por la rescisión del intrascendente César de la Hoz y la cesión de Meseguer al Racing. Múltiples rumores, dos salidas y ningún fichaje en esta primera mitad, aunque la chicha estaba por llegar.

De la nada y contra todo pronóstico, se anunciaba la marcha de Juma Bah al Manchester City para luego ser cedido al Lens francés. “Javi, no sale de la nada, se sabía que le podían vender”. Ya, lo se, la sorpresa no fue el “que” sino el “como”, ya que el africano se marchó por tan solo seis millones cuando las posibles cifras eran del doble de esa cantidad gracias a un tecnincismo tonto como el solo: que era jugador con ficha juvenil. Señoras y señores, el Real Valladolid perdió a su gran promesa por una cantidad ciertamente inferior a todo lo que había sonado porque no le hicieron como mínimo ficha de filial. No sabemos si el jugador y su agente se negaron o si el club hizo un acto de incompetencia aún mayor, pero Juma Bah se marchó de Zorrilla por un tecnicismo tildado por muchos como “una gestión no profesional de un club profesional”. Más insultante es su marcha cuando se supo que su salario era de tan solo 40.000 euros, sesenta veces menos de lo que cobran las mayores rémoras deportivas de la historia reciente del club. Con tres salidas de jugadores (hay que sumar la rescisión de De la Hoz y la cesión de Meseguer), un espejismo ante el Betis seguido de dos derrotas, una brecha de seis puntos con la salvación y cero fichajes llegábamos a los últimos días del mercado, unos días vitales no por intentar lograr una permanencia casi imposible sino para acabar la temporada con por lo menos un mínimo de dignidad. La cosa estaba difícil, el límite salarial estaba ahogando al club (la inutilidad de Catoira y las pocas ganas de gastar de la directiva supongo que también) y las salidas que podrían aumentarlo no se veían remotamente cerca, pero la esperanza es lo último que se pierde.

La semana y día extra no tuvo buena pinta de inicio, los primeros fichajes llegaban poco antes del arranque de la jornada pero de poco sirvieron para evitar el enésimo ridículo de la temporada, un 5-1 en el Estadio de la Cerámica para afianzar aún más esa última plaza, para estar a nueve puntos virtuales de una salvación que marca el RCD Espanyol con el que tienes perdido el golaverage. 22 jornadas desastrosas sin duda y unas 16 por delante donde la importancia de las últimas horas del mercado invernal eran francamente grandes. En esta recta final de mercado el Real Valladolid tuvimos múltiples fichajes: la llegada de Tamás Nikitscher por una cantidad menor al millón de euros y las cesiones de Joseph Aidoo, Antonio Candela, Adam Aznou y Florian Grillitsch en calidad de cedidos hasta el final de la presente campaña. A mayores, se produjeron salidas, en concreto la de Lucas Rosa al Ajax en una operación de venta no necesaria según admitió Domingo Catoira posteriormente. Una lista de seis nombres, cinco fichajes y una venta, a mayores de lo visto que, por demarcación, es un 50/50 en toda regla. Es un "fifty fifty" al cubrirse parcialmente los puestos obligados a reforzar y que por sensaciones causan una mezcla de cierta alegría y cierta decepción por muy contraproducente que suene. Esa mezcla de sensaciones se da, al menos a título personal, por un lado gracias al sumar a esta plantilla nombres muy interesantes como Grillitsch o Aidoo más el tener por fin a un lateral por la izquierda a pierna natural mientras que por el otro está todo lo demás. No reforzar de ninguna forma el ataque, la salida de uno de tus mejores jugadores sin necesidad ni obligación de hacerlo más esta sensación de descapitalización causada por vender a saco y traer cedidos que pueden o no rendir como tocan es lo que a mí me causa pavor. ¿El equipo ha llegado con mejor plantilla a febrero que a septiembre? Pues sí. ¿Ha mejorado lo suficiente como para salvar lo insalvable? Eso ya no lo tengo tan claro.


El mercado de invierno de 2025 ha sido sin duda una montaña rusa de emociones, una que ha sido todo una fase de caída quitando ciertos momentos concretos. Para mí este Real Valladolid no se movió lo tan poco que esperaba pero no lo suficiente como para recuperar una ilusión por la salvación a priori casi irrecuperable. Se ha dado salida a gente con la que no se contaba y se ha traído una batería de jugadores interesantes y necesarios, pero esos debes de no reforzar el ataque más la salida por la puerta de atrás de dos de tus piezas más fundamentales hacen que no sea tan buen mercado. A esto hay que sumarle todo lo que rodea al club que, queramos o no, va a darle un cariz distinto a esta situación. Afrontar un mercado como este estando tres puntos por encima del descenso hubiera hecho que ciertas cosas no dolieran tanto o incluso dolieran más por muy tonto que suene, el estar a nueve de salir del pozo hace que todo coja un cariz más crudo o de mayor indiferencia ya que “para qué vamos a reforzarnos como toca o mantener a piezas fundamentales si ya parece que estamos en segunda de nuevo”. Que lo pensemos los aficionados es duro pero no es el fin del mundo, que lo piense el club es otra cosa. Ese es otro cariz que tapa el mercado, la sensación de descapitalización masiva y abandono absoluto por parte de una directiva que da signos de haber cerrado la venta del club pero que parece no ser el caso. A esta sensación de abandono y desconocimiento por el futuro del club más allá del próximo mes de mayo se le suma un Domingo Catoira que está realizando su trabajo de la peor forma posible, al menos de cara al público. Si te dan cuatro duros para reforzar la plantilla no es tu problema, si usas esos duros de mala manera o quizás ni los usas como ha dejado caer el director deportivo pues de ninguna culpa te vas a poder librar. La misma historia de siempre en Pucela, una planta noble que parece tener el club abandonado a su suerte, una dirección deportiva donde si parece que no curran bien ya hacen todo lo posible por prepararla de cara al aficionado y una plantilla descompensada gracias a varios lastres económicos y deportivos que tienen nombres y apellidos conocidos por todos. Habrá que ver cómo avanzan los meses, habrá que ver si se obra el milagro y, sobre todo, habrá que disfrutar de los campos de primera ya que a lo mejor no lo volvemos a hacer por una larga temporada. Ojalá no tenga razón, ojalá todo sea mejor de lo que pienso que va a ser. Pero bueno, ya lo dijo Catoira a su manera: en la vida hay que ser felices.